MATTHIAS LOIBNER — 26.08.18
JG — Tocás un instrumento muy particular... ¿Cómo llegaste al hurdy-gurdy ? ¿Cómo empezó todo?
ML — Hay una versión larga y una versión corta de la historia, no sé cuál...
JG — La que prefieras.
ML — La versión corta: vi uno y me gustó [Risas].
JG — Pero, ¿dónde lo viste? ¿En un negocio?
ML — Un amigo tenía uno y no sabía usarlo, entonces le pregunté si podía dármelo. Pero la versión larga es que cuando tenía quince años fui a un festival a tan solo dos horas de donde vivía en el que tocaban música tradicional de los Balcanes. Invitaban músicos búlgaros, serbios, húngaros… Al poco tiempo comencé a estudiar música, composición y dirección, y los músicos académicos se creían mejores que los músicos populares, no hablaban muy bien de la música folklórica. Si tocabas un poco sucio o de manera no muy precisa, era folklórico. Y yo no creía lo mismo. Porque al mismo tiempo veía personas en la música clásica, especialmente en el mundo de la música contemporánea, que no me decían mucho, no me llegaban. Ellos piensan que la música sucede en el cerebro y no tanto en el cuerpo o en la transmisión del músico al público. Personas que no sonríen cuando tocan, que tocan sonidos increíbles con una sincronización técnica perfecta. Eso a mi no me llegaba. Entonces empecé a pensar que tenía que abandonar esos estudios e intentar convertirme en un músico folklórico. Así que así lo hice. Comencé a estudiar la música de Austria porque pienso que es una buena idea empezar con la música de tu lugar, y lentamente comenzar a expandirse. Comencé a estudiar la música folklórica de Austria, a escuchar la música folklórica de Hungría, música de Yugoslavia. Y en este proceso apareció este amigo que tenía un hurdy-gurdy y también gente que decía que el hurdy-gurdy no era un instrumento real. Hubo muchos progresos en los últimos 30 o 40 años, pero en esa época, cuando comencé hace casi 30 años, no había ni buenos intérpretes ni buenos instrumentos. La gente decía que no era un buen instrumento porque solo se puede tocar en una tonalidad, que no tenía dinámicas, que los sonidos eran chirriantes y feos. Me sentía desafiado, porque no me gusta que la gente hable de las cosas sin conocerlas, como cuando los académicos hablan de la música folklórica. Después de eso comencé a tocar el hurdy-gurdy y a estudiar la música de los Balcanes. También intenté tocar jazz e hice todos los ejercicios de digitacion. Como ya tenía entrenamiento como pianista era rápido para descubrir cosas. Todo esto me hizo quedarme con el hurdy-gurdy. Ahora, cuando miro hacia atrás, pienso que, aunque es un instrumento fascinante, también hubo algún tipo de sentimiento de empatía. Me veía a mi mismo como alguien que podía ser un poco feo por fuera, no muy interesante y un poco tímido, pero sabía que si la gente me pudiera ver más de cerca o con más cariño yo podría darles más cariño también. Si ellos pusiesen algo dentro mío, yo podría ser más creativo y sacar algo para afuera, y creo que eso es lo que quería hacer con el hurdy-gurdy. Nos ayudamos el uno al otro [risas]. El instrumento me ayuda a ser una persona más interesante y a mostrar más de lo que hay dentro mío, y yo también ayudo al hurdy-gurdy a ser más instrumental, a tener más posibilidades.
JG — Es muy hermoso. Me interesan muchas de las cosas que dijiste. Voy a empezar por la interpretación: hablás de la música folklórica y también de la música contemporánea, y creo que hay diferentes maneras de tocar una misma música, más allá del género. En esta serie de entrevistas fui encontrando algo interesante y común en relación a muchos de los músicos que suelo elegir porque aparece la interpretación y la forma de escucha. Llegar a ciertas músicas por cómo se tocan, sea Jimi Hendrix, el punk, el free jazz, la música experimental, la música balcánica… son distintos géneros pero en todos los casos hay algo crudo, algo más instintivo, una parte más corroída. Se deja de lado la perfección. Pienso que esta manera de hacer música es muy importante y que el género no importa. Se trata más acerca de cómo se toca la música. Cuando escucho tu música puedo escuchar también todo lo que acabás de decir, todo eso está condensado ahí. El otro día estaba hablando con un gran amigo de Argentina y él me decía que si en la historia de la música occidental el instrumento principal no hubiese sido el piano sino un instrumento de cuerda, como el violín, hoy en día sería todo muy distinto. Pienso en tu pasaje desde el piano al hurdy-gurdy y las posibilidades que ese instrumento le dió a tu imaginación musical, como si tuvieras una extraña orquesta completa. Es muy hermoso que se hayan podido encontrar.
ML — Pienso que en la música, la educación está por lo general un poco reducida a las notas, y mucho de lo que la gente entiende por música es el orden en el que se tocan las notas. Pero hay muchos otros parámetros que son importantes y pienso que uno de los más importantes es el sonido. Pienso que siempre compartimos algo en la música, transmitimos algo. Yo digo que hay una historia, pero “historia” es una palabra muy grande. Podría ser también un sentimiento sobre la vida, un estado de ánimo, o quizás una actitud hacia la vida, una manera de vivir con la que me sienta bien. En la vida hay momentos hermosos, como estar relajado, o ser amado. También está la forma que tengo de hacer las cosas, si soy un luchador o una persona tranquila. Y la gente escucha música que está relacionada a su estilo de vida, o a su forma de vida, a la manera en la que ve la vida. Entonces creo que esta es la primera cosa que nos hace hacer música: el sentimiento o las historias que queremos traducir en sonido. El primer paso es querer compartir algo y el segundo paso es encontrar el sonido que coincida con lo que queremos compartir, lo que queremos contar. Pienso que reducirlo simplemente a las notas no es suficiente para lo que es la música. Cuando se escucha rock, hay guitarras distorsionadas y baterías. Pienso que el sonido de un redoblante no es necesariamente bello. Cuando escuchás únicamente el tac tac tac tac de un redoblante no es un sonido tan maravilloso. Pero en conjunto con otros sonidos, no solamente el bombo, sino también la armonía, quizás unos teclados, quizás alguien cantando… todo eso completa un cuadro para el que el redoblante es muy importante, dándole algo de contraste respecto a los otros sonidos, y también llevando el ritmo y haciendo que la vida avance. Es una parte importante para completar el cuadro. No podés agarrar una música como la de Jimi Hendrix, escribirla en notas, tocarla en un sintetizador y decir: “esto es Jimi Hendrix”. Pero en la música clásica hay compositores que… pienso que el mejor ejemplo es Johann Sebastian Bach. Podés reducirlo solo a las notas y la música todavía está ahí porque se trata de la armonía. Pero hay mucha más música que no se trata únicamente de las notas. Es distinto si lo tocás en una guitarra acústica o en una guitarra eléctrica, es un mensaje diferente.
JG — Hace muchos años tuve la suerte de conocer a unos virtuosos músicos taiwaneses que estaban de gira por Buenos Aires. Uno de ellos tocaba el erhu. Lo escuché tocar su música tradicional y me pareció maravilloso. Como también estaba entrenado para tocar música académica, me preguntó si podía componer algo especialmente para él. Esa misma noche compuse una pieza y nos encontramos a la mañana siguiente para trabajarla. Cuando comenzó a leerla, tenía una forma muy fría y perfecta de tocarla, sin la expresividad y, por sobre todas las cosas, sin todos los detalles que me habían fascinado el día anterior: los vibratos, los distintos timbres, las afinaciones, los glissandos, etc. El día anterior él me había mostrado sus partituras y no tenían indicaciones para estos elementos, tenían solamente las notas, entonces pensé que iba a interpretar mi obra de la misma manera. Comunicarse era muy difícil porque él no hablaba inglés y teníamos un traductor como intermediario. En un momento le pedí que toque los mismos adornos que hacía en su música. Él no entendía lo que yo le decía. Después de bastante confusión se dió una situación muy buena: finalmente pudimos entendernos cuando dejamos de lado las palabras y comenzamos a hacer sonidos cantando. Cuando él entendió a qué me refería, me explicó que lo que yo llamaba adornos para él eran los elementos más importantes de la música de su región: glissandos, vibratos, etc. En esa música las notas eran algo secundario, por eso ni siquiera tenían la necesidad de escribirlo. También me dijo que le resultaba muy extraño tocar música que no tuviese una relación directa con una danza tradicional o con algo de la naturaleza (como un animal, etc.). Es por eso que cuando leyó la música que yo había escrito de manera abstracta, fue muy difícil para él introducir esos elementos. Finalmente lo logramos y fue muy hermoso. Pero a partir de esta experiencia pude entender muchas cosas de la música, de obras que amaba desde hacía mucho tiempo, como los cuartetos de Bartók. Pienso que algo de todo esto se aplica a tu música. ¿Cómo aparecen estos elementos? Cuando componés, ¿escribís las notas y las usás como guía o intentás incorporar todo este mundo más complejo en la partitura?
ML — Siempre comienzo con las ganas de compartir. Sé que hay algo que me conmueve o que me habla y quiero compartir esa sensación. Como digo, no puedo pintar y no soy tan bueno escribiendo. Hace dos años comencé a escribir un poco. Pero tengo mi herramienta, el hurdy-gurdy. Es una herramienta extraña pero buena, porque al ser muy limitada puede enseñarte muchas cosas. Es un desafío… Puedo mirar hacia afuera y ver el sol y los árboles moviéndose, o el sol a través de las cortinas, eso me conmueve. Quizás no escriba una composición, pero en el momento es lindo ver eso. Hay algo que me habla e intento traducirlo a través del instrumento.
JG — ¿Improvisando a través del instrumento?
ML — Sí. Intento encontrar algo, una observación, que coincida con el sentimiento que tengo y que quiero compartir a través de mi instrumento. Quizás otra persona cuando escucha ve algo completamente diferente porque en su vida hubo otras imágenes, pero yo intento traducir mis observaciones.
JG — ¿Tenés algún tipo de ritual o método para la traducción de estos sentimientos? No sé, algo pequeño. Por ejemplo: yo camino mucho, cuando estoy trabajando en una idea salgo a caminar y para mí es como un pequeño ritual. ¿Tenés algún ritual?
ML — No, pero caminar es muy importante para mí porque te otorga silencio, de alguna manera estás más abierto. Para mí caminar es muy, muy, muy importante en mi vida en general, no tanto en conexión con la música, pero caminar es realmente algo… para mí es una imagen de la vida. Ir hacia adelante. Y especialmente me gusta caminar sin cargar nada. Es como ir por la vida sin pesadez. También me gusta caminar por bosques, con la experiencia 3D de los objetos moviéndose. Ver cómo los árboles se mueven y mirar en todas las direcciones. También amo la forma en que todo te impresiona como si fueras un niño. Abrís los ojos de una forma distinta, escuchás de una forma distinta. Caminando me acerco muy fácilmente a ese estado de sorprenderme incluso por cosas muy pequeñas.
JG — Estoy de acuerdo. Para mí, una de las cosas más hermosas en esta ciudad [Berlín] es el bosque. En el centro y afuera de la ciudad. Es muy inspirador.
ML — Sí. En toda Viena hay grandes áreas de verde en las que podés andar y andar y andar.
JG — Es muy importante...
ML — Otra cosa muy importante para mí es el amor por la música popular y el deseo por intentar aprender música popular de distintos países. El primer paso es por supuesto transcribirla, escribir las notas, pero después te das cuenta de que las personas que tocan esa música no aprenden desde las notas, aprenden de oído. De hecho, pienso que no solamente aprenden de oído, sino que también aprenden primero desde la emoción. Entonces el primer impacto al tocar una melodía es la misma emoción de cuando sos un niño y escuchás a otras personas haciendo música. Antes de empezar a estudiar un instrumento, ya tenés una conexión entre el paisaje, las personas y la música. Esto arma todo el cuadro y genera algo en uno. Entonces, cuando comenzás a aprender a tocar la música, ya sabés en qué dirección emocional dirigirte, lo que le da a la música un sentido desde el comienzo. Pienso que hubo muchas mejoras en cuanto a la educación, pero a veces en la educación musical se les enseña a los chicos a mover sus dedos de la manera correcta y cuando se descubre que tienen talento para mover los dedos, se les enseña cómo incluir las emociones. Los maestros dicen: “bueno, podés ir un poco más lento acá, o podés…”. Pero podrían empezar desde la emoción, y decir: “solo tocá algunas notas y escuchá la emoción y lo que te genera, y después aprendé a mover los dedos”. Hacemos lo contrario, lo cual es un poco extraño. Lo que descubrí gracias a los estilos populares de alrededor del mundo es que se utilizan muchos detalles muy sutiles, o pequeños cambios en parámetros de la música, que usualmente tienen un significado. Cuando tocás un poco más lento en cierta parte, hay una razón, genera un determinado sentimiento, genera un momento un poco más profundo. Quizás es simplemente la afinación, o un microritmo, o una ornamentación. Hay tantos detalles que no se incluyen simplemente por una cuestión detallista sino porque hay un significado detrás. Cada vez que tocás cierta melodía, o tocás cierto adorno, y hacés cierto ritardando acá y cierto cambio de nota allá, lo hacés porque genera determinadas sensaciones y eso es lo que transmitís, lo que querés compartir. Y gracias a que aprendí a tocar esta música a través de distintos estilos fue que aprendí a lidiar con esos elementos. Pero lo que quiero hacer es incorporar esos elementos a mi música, entonces me pregunto: ¿Cómo ser un músico popular hoy? Porque no vengo de una familia de músicos. Había músicos en mi familia, pero no en mi casa. No tocábamos instrumentos. No tenía una vida en la que fuéramos de casamiento en casamiento tocando y tocando. Y hoy en día podés descubrir tantas partituras a través de YouTube. Podés escuchar de todo y muy rápidamente te excede, no es posible aprender todas las músicas del mundo. Entonces estoy cada vez más y más cerca de la conclusión de que para mí la música está bastante conectada con las personas, y que quiero tocar la música de las personas que conozco y aprecio. Porque si conozco a una persona y sé cómo está tocando, y cómo se siente, y conozco a su familia y a sus amigos… Descubrí que me encanta ver a personas que conozco en el escenario porque me conmueve más, porque me habla de una forma mucho más amplia. Así fue que cada vez más y más me incliné a no escuchar música de gente que no conozco. Porque pienso que, hace cien años, antes de que existiera la grabación, siempre que escuchabas música veías a la persona que la estaba tocando. Significa que podías ver si era un hombre grande o una mujer pequeña o si se movían muy rápido o si se movían muy lento, y tenías una impresión de la clase de persona a la que estabas escuchando. Cada persona toca de manera distinta y eso está conectado con la persona que uno es y con cómo percibe el mundo, lo que entra y lo que sale.
JG — Hablábamos de esto hace unos días con Nicolás [Rallis], y él me decía que la música que más lo influía, o que más lo conmovía, era la música que veía en vivo, cuando conocía a la persona. Como con Benjamim [Taubkin], o con muchos músicos que uno conoce cuando viaja, es una situación muy distinta. Creo que una gran pregunta hoy es cómo manejar toda esa información que está en internet.
ML — Y no perderse...
JG — Sí, no ahogarse. Hay mucha información...
ML — Sí, pero tampoco pienso que sea algo malo que la tengamos. Hay momentos en la vida en los que simplemente absorbés todo lo que se pueda y es muy inspirador tener la posibilidad de tomar un poco de esto, de aquello, de esto otro. En cinco segundos podés introducirte diez mil kilómetros en una cultura diferente y descubrir algo nuevo. Hay un período en la vida en que agarrás todo lo que ves, pero después hay un período en el que te preguntás: ¿Quién soy yo? ¿Qué tengo para dar? Y de repente te empezás a concentrar más y comenzás a decir: “Ok, esto no lo necesito más. No quiero ver todo. Me gustaría tener más de esto, que es realmente significativo para mí, porque quiero compartir algo significativo”. Eso es lo que intenté cuando comencé a reducir la cantidad de música que escucho, y la cantidad de personas que escucho. Y para mí es una forma virtual de crear mi propia tradición. Conozco muchos músicos, me encanta su música y escucho su música, y eso es lo que me influye porque está hecha por personas que conozco. Espero poder tocar de una manera más significativa porque usualmente toco piezas que yo compuse o que aprendí de gente que conozco. Sé que cuando toco esta melodía, no aprendo simplemente las notas sino que también conozco a la persona. Y cuando toco pienso en esta persona, pienso en su historia. Hay algo que tengo que compartir que es un poco más denso y con más contenido que simplemente la música.
JG — Hablando de eso, me acuerdo cuando te escuché por primera vez en en vivo, en Casa do Núcleo en San Pablo hace cuatro años. Ese concierto fue un punto de inflexión para mi. Fue muy importante. En ese momento yo estaba con una especie de crisis respecto a la composición, la música escrita y la música contemporánea. Tu concierto fue una especie de alquimia y fue muy conmovedor para mí. Recuerdo que estabas tocando la música de Lichtungen y que después del concierto te dije que tu música me había motivado mucho y que iba a componer algo para cuerdas. Había parado de componer y después de eso empecé a escribir de nuevo. Un tiempo después compuse mi primera obra multidisciplinaria [TODO] y tu música fue muy importante para mí. ¿Cuál es tu relación con el concepto de composición, con la idea de componer algo?
ML — Siempre se trata de algo que tengo en la cabeza que me está impresionando. Después intento encontrar en el instrumento algo que coincida con esas impresiones. Luego, si siento: “¡Oh! Hay algo que coincide”, trato de ir más allá y mirar en qué coincide ese sentimiento y cómo puedo convertirlo en algo más grande. Pienso mucho en la forma, entonces soy una especie de compositor, pero en realidad lo pienso más como una traducción.
JG — ¿Y cómo funciona cuando otras personas tocan tu música? Cuando otros interpretan música compuesta por vos. ¿Cómo funciona esa traducción? ¿Cómo lo manejás?
ML — Usualmente solo compongo para gente con la que toco y que ya conozco, porque sé que puedo hablar con ellos. Por lo general se trata del contenido, el contenido es lo más importante, pero de todas maneras se necesitan algunos puntos en el pentagrama. Pero si te doy los puntos y puedo decirte: “Tuve esta idea mientras veía el tren alejarse de la estación…”.
JG — Usás la palabra como un parámetro más.
ML — Esa persona empieza a tocar e intenta evocar esa sensación, y entonces yo puedo pensar: “Sí, pero además hace dos años tuve esta misma sensación cuando conocí a una chica y ella hizo tal cosa…”. Puedo sumar estas historias que quizás no parecen tan importantes. Pero si toco esa misma obra con otra persona y esta persona la toca un poco diferente, quizás puedo contarle una historia diferente porque la conozco y sé qué historias conoce. Es algo muy personal y pienso que cuando tocás con alguien y compartís música, con algunas personas ni siquiera hace falta hablar. No tenés ninguna nota y simplemente improvisás, o simplemente te pasás las notas y suena así porque te conocés el uno al otro y no necesitás hablar. Si me pidieras que transcriba la composición, tendría que escribir: “Vi un tren que se iba de la estación…”, porque eso es lo más importante para la composición, aunque de todas maneras encuentres la forma de hacerlo sonar.
JG — Me acuerdo de una pieza de György Ligeti, el compositor húngaro, que dice como indicación para el pianista: “Tocar como si fueras un organista borracho con un mono pequeño”. Esa imagen está incluída como texto en la partitura. En la improvisación, la idea de un error o un accidente es muy común y es uno de los materiales principales con los que se trabaja. ¿Cómo dialogás con la idea del accidente o del error cuando tocás con alguien que toca algo diferente a lo que esperas? ¿Cómo trabajás con la idea del accidente en el proceso de hacer música?
ML — Para mi siempre es una puerta que se abre, entonces me pone muy feliz cuando hay un error porque abre la puerta a nuevas posibilidades que en muchos casos están ocultas porque no hay errores. A veces estás encerrado en tu mundo y no podés salir y en cuanto cometés un error aparece una posibilidad para abrirse a algo. Entonces siempre estoy esperando el error.
JG — Pero no podemos cometer errores a propósito, ¿no?
ML — A veces enseño improvisación. Justo di un taller en Italia hace poco y hablamos mucho de esto. ¿Conocés ese estudio que hicieron para averiguar cómo reacciona el cerebro frente a un error? Midieron cosas en el cerebro de un pianista y creían que se producían los errores porque las cosas pasaban muy rápido y que simplemente cometías un error, pero descubrieron que antes de que pase el error real, pasa algo en el cerebro, primero el cerebro comete el error y después el dedo comete el error. Y creo, pero quizás es tan solo un deseo, que en el momento en el que sabés que tu cerebro está haciendo algo extraño, antes de tocar una nota equivocada, podés generar una actitud positiva hacia la nota que está por venir. Entonces tocás sabiendo que algo va a pasar y que quizás está bueno. Cuando hacés esas cosas, pensás: “Guau”. Y de ahí en adelante podés seguir y encontrar algo bello.
JG — Lo siento de la misma manera y me hace pensar en la forma en que funcionan los sueños. Cuando estamos durmiendo y pasa algo en la habitación, digamos que se cae esta guitarra al suelo, el sueño gira en torno a ese sonido y todo cobra un nuevo sentido porque hay un pensamiento muy veloz que lo recompone como mecanismo para que no despertemos. Estuve trabajando en una serie de obras a partir de los sueños, no desde una perspectiva psicológica, que es a lo que se los suele asociar hoy, sino como máquinas autómatas generadoras de texto, imágenes o sonidos. Tengo una colección sonora de sueños de artistas y amigos. Ahí empecé a encontrar algunos puntos de contacto muy interesantes entre las formas de hacer o de pensar de alguien y sus sueños. En tu último CD [Brot und Sterne] hay una pieza llamada “Sissi’s Dream”. ¿Tienen los sueños alguna influencia en tu proceso creativo?
ML — No de una manera tan directa como la que vos decís. A veces sueño con música, y algunas veces intenté mantenerme lo suficientemente despierto como para acordármela. Por lo general era música que era muy hermosa pero cuando me despertaba ya se había ido, o era muy difícil de recordar. Me despertaba y decía: “Había una música, ¿cómo era?”. Por lo general me acordaba algunas cosas pequeñas, y descubría que era una música bastante cursi, pero durante el sueño era maravillosa.
JG — ¿Te acordás ahora de algún sueño que haya sido significativo por alguna razón? No necesariamente musical.
ML — Sí, bastantes, porque hice una especie de terapia con una señora mayor que me ayudaba a soñar y a veces estar despierto. Un sueño lúcido, no sé cómo llamarlo… Traté de aprender esto, de entrar en una especie de meditación, de entrar en un estado de sueño y ver las imágenes apareciendo, o los sonidos apareciendo, y al mismo tiempo estar despierto para poder hacer preguntas. Por ejemplo, una imagen, muy obvia y muy simple: yo estaba caminando a través de un sendero y había una pared muy grande que no podía atravesar. Pero podía preguntarle: “¿De qué estás hecha, pared?”. Y me respondió: “Estoy hecha de dolor”. Y yo le decía: “Pero no necesito más este dolor”. Y la pared se derrumbaba y yo podía seguir caminando. Tenía sueños como este que realmente cambiaron mi vida de una forma muy profunda. Un día soñé que todo en mi vida estaba cubierto de chocolate, y eso era un sinónimo de que intentaba hacer que todo sea fácil y dulce pero en realidad yo quería tener una vida más auténtica. Porque podés ponerle azúcar a todo y hacerlo un poco más sencillo. Comía chocolate muy seguido, y por lo general cuando iba al supermercado compraba esto y aquello y finalmente iba hacia los chocolates y llevaba algunos. Desde ese momento ya no compro más chocolates, pero no porque yo me haya dicho a mi mismo: “No compres chocolate”. Simplemente me olvidaba o no me daba cuenta cuando les pasaba por al lado. Desde el día que tuve ese sueño, nunca más compré chocolate en el supermercado. Hay muchas otras cosas además, cosas más profundas como sentimientos de vergüenza o cosas así, que en el momento en que entendés por qué entran a tus sueños… Pienso en todas esas emociones, tus historias diarias, lo que te conmueve. Una vez, cuando era chico, mi papá estaba enojado conmigo y me dijo: “¡No sos lo suficientemente bueno para esto!”. Y después, en un sueño, voy a una tienda y quiero hacer algo y el dueño me dice: “No tenés permiso para tocarlo”. Entonces se mezclan las cosas, son dos procesos emocionales similares en la memoria y en los sueños se combinan. De esa manera puedo interpretar mis sueños. No puedo interpretar los sueños de otros porque esta es mi historia, pero mis sueños sí puedo entenderlos y decir: “Ok, el dueño de este local evocó la historia de cuando era chico” y así trabajar en eso, mejorarlo.
JG — Es increíble. El otro día estaba leyendo sobre una tribu del Amazonas, los Achuares, que todos los días a las 2 o 3 de la mañana se juntan en comunidad, arman un círculo y planifican el día siguiente teniendo en cuenta lo que soñaron la noche anterior. Dicen que el significado del sueño es lo opuesto de lo que tienen que hacer en el día. Si sueñan que están persiguiendo un tigre, tienen que ir a pescar. Si sueñan que están pescando, tienen que ir a cazar. Dicen que en los sueños hablan con las plantas y los animales porque en el fondo son humanos pero usan una especie de disfraz cuando los otros humanos están cerca. Cuando sueñan los pueden ver con su forma humana. Es una forma muy interesante de ver el mundo. Dos preguntas más, si te parece...
ML — Sí, es lindo conversar.
JG — Siempre me sentí muy atraído por las colecciones. Sé que estás trabajando en un catálogo de composiciones para hurdy-gurdy hechas a partir de 1900. ¿Podrías contarme un poco más sobre ese proyecto?
ML — Sí, no es un proyecto muy exitoso [risas]. Lo estoy intentando, pero en el mundo del hurdy-gurdy tenés intérpretes de distintos tipos de música, y sus visiones sobre lo que es una composición son muy diferentes. No quiero juzgar el abordaje de otras personas a la música, no quiero decir: “Eso no es una composición, esto sí es una composición”. Se podría decir que se trata de una composición cuando podés pensar en una melodía, pero para mí la composición es algo diferente, entonces la comunicación con algunos intérpretes me resulta muy dificultosa. Yo pienso en composiciones como las del mundo de la música académica o de la música contemporánea. La composición tiene una forma específica, o un sonido específico, o algo que es realmente específico. Si escribís una melodía que se puede repetir tres veces o siete veces, para mí no es una composición. Es una melodía. De alguna manera es una composición, y puede decir algo, pero podés tocar la misma melodía en un instrumento distinto. Para mi, es como que tiene que tener algo particular, algún tipo de limitación que lo convierte en una composición. Quisiera saber mucho más acerca de las composiciones que voy recopilando, pero como el hurdy-gurdy es un instrumento tan raro, y no hay tanto trabajo hecho en la música moderna para hurdy-gurdy, por el momento solo intento lograr esta lista que diga cuantas composiciones se hicieron. También por cuestiones prácticas, para que un compositor que quiera componer para hurdy-gurdy y pedir una beca al gobierno o a quien sea que no conozca el instrumento pueda decir: “Ya existen 200 obras de estos compositores de esta época”. Es más bien información útil.
JG — Es genial para la historia del instrumento, son cosas necesarias…
ML — Pero bueno, justamente por esta diferencia de perspectivas respecto a la composición, no pude acercarme a todos los intérpretes y algunos quedaron afuera. Todavía hay huecos en la colección.
JG — ¿Tuviste la experiencia de que alguna obra que compusiste para hurdy-gurdy solo fuera interpretada por otro intérprete de hurdy-gurdy?
ML — Sí.
JG — ¿Y cómo te sentiste escuchando tu propia composición interpretada por otro músico? Porque hay una relación muy íntima entre tu forma de tocar y tu forma de componer. Pienso que están muy entremezcladas. ¿Cómo funciona cuando otro intérprete toca tu música?
ML — Si es un buen músico es simplemente fantástico [risas]. Tuve un caso con una obra que quizás no fue popular pero que varios intérpretes de hurdy-gurdy que tenían una técnica rápida o desarrollada tocaban. La canción era “Katzensilber” y me siento muy honrado. Hay unas pocas personas que la tocaron muy lindo, o de formas muy distintas a mi, y aprendí algo de ellos. Pude descubrir aspectos distintos y es lindo haber compartido algo y que se toque seguido. Pero también tuve experiencias no tan buenas.
JG — ¿Tenés alguna idea para una obra que sería imposible? ¿Un proyecto que haya quedado sin terminar porque es muy grande, por razones económicas, de tiempo o por otras razones de fuerza mayor?
ML — Sí, tengo [risas]. Quisiera hacer una película de stop motion que incorpore la luz natural en el proceso y hacer una composición en la que cada sonido esté presentado por objetos. Pero tendría que sacar doce fotos por día por un año en el mismo momento del día. Entonces tendría que estar en el mismo lugar por un año y tener un estilo de vida muy regular, pero no me es posible porque mi vida no es lo suficientemente regular.
JG — Es una idea muy linda, quizás podés hacerla de otra manera...
ML — ¡Sí! Quizás con otras personas.
JG — O no sé… poniendo la cámara en un lugar y que las fotos se saquen automáticamente.
ML — Sí, pero alguien tendría que mover los objetos.
JG — Es una idea más difícil de lo que parece. Querés luz natural, ¿no?
ML — Sí, porque es lindo tener un poco de luz natural, y en el verano de acá la luz va del fondo hacia el frente, entonces me da la sensación de que la luz natural en stop motion ya de por sí es un problema. Quisiera simplemente hacer un video de música en el que cada sonido, y la duración de cada sonido… Haría una lista muy larga de qué sonido aparece en cada cuadro y qué frecuencia es y cómo cambia, y después encontraría la representación.
JG — El video sería como una especie de partitura...
ML — Sí, y después tendría que hacerlo coincidir con el video porque si la luz cambia, tendría que ajustar un poco el sonido en la composición de manera tal que la imagen coincida con el sonido, con la música.
JG — El año pasado comencé un proyecto con algunos puntos en común. Filmaba la luz del sol proyectada en agua que a la vez vibraba por el sonido. A partir de esos reflejos intenté hacer una partitura para un ensamble. Los reflejos estaban sobre un pentagrama y cada uno tenía en un celular el video con su partitura. Intentamos hacer algo con eso pero más adelante la obra se transformó en otra cosa.
ML — Además, hay otro proyecto que me gustaría que exista y quisiera poder compartirlo cuando sea el momento. No necesariamente quiero hacerlo. Me gustaría que alguien más lo empiece porque lo quiero escuchar. Me conmueve mucho la sensación de estar en un lugar muy silencioso y escuchar un instrumento como la trompeta sonando muy lejos, de manera tal que lo escuchás muy suavemente. Hay una sensación de deseo, de alguna manera querés estar más cerca, pero en cuanto te acercás ya no es tan conmovedor. Quisiera tener al público en el centro y en las cuatro direcciones, y no sé a cuántos metros, a doscientos metros, tener cuatro o dos trompetas, dos trombones, los instrumentos que sea, tocando. Normalmente no podrían tocar juntos porque estarían súper lejos y el tempo no sería bueno, pero estarían conectados por radio o incluso con cables. Entonces podrían tocar precisamente juntos y uno como oyente estaría en el medio y tendría esa sensación de deseo en todas las direcciones. Pienso que quizás lograrías una sensación de liviandad porque querrías ir en cada dirección. También pienso que sería una muy linda metáfora de estar en el lugar correcto en el momento correcto, porque solamente en el medio podrías escuchar la música sonando completa. Solo hay un punto en el mundo en el que se podría escuchar de manera óptima a esas personas tocando juntas. Pienso que sería muy lindo pero se necesitaría un lugar muy silencioso, en el que no llueva muy seguido, para que se pueda hacer al aire libre. Un lindo festival o algo así. Había un festival en Suiza que quería hacerlo, pero el día en el que lo planificamos llovió y entonces no pudimos hacerlo.
JG — Es una idea muy linda y no es tan difícil de hacerla.
ML — No es tan difícil. No lo sé, me hablaron de los sistemas de radio, pero aparecen los problemas los y límites… Necesitaría que puedan tocar al mismo tiempo pero debería ser algo delicado, que puedan escuchar a los demás músicos en tiempo real. El fraseo, la afinación, las articulaciones… Con monitores o incluso con auriculares. Todos necesitarían un micrófono para enviar su audio y poder tocar la frase verdaderamente juntos. Pero se necesita un buen sistema de radio. La última vez había un técnico que dijo que era posible pero solamente pudimos probar a ochenta metros de distancia. Estaba lloviendo y un músico se había subido a un barco en el río porque no había suficiente lugar. Teníamos esos ochenta metros pero antes de empezar a armarlo dijimos: “Está lloviendo demasiado”. Pero pienso que sería incluso más lindo con ciento cincuenta metros o algo así. Realmente suave.
JG — ¿Y vos hiciste la música?
ML — Pienso que la música no es importante, podrías tocar cualquier cosa. Sería muy bello tocar corales de Bach, o música folklórica, música popular.
JG — Lo importante es que los cuatro músicos toquen juntos…
ML — Sí, y quizás que sean cuatro músicos que también toquen juntos seguido en otras circunstancias, como para realmente conocerse y tocar juntos de una manera hermosa. Imaginatelos a cien metros de distancia entre sí y tocando juntos realmente bien… sería como una gran expansión.
BIO
Matthias Loibner nació en Austria en 1969. Comenzó a hacer música con el piano, la guitarra y el trombón. Después de estudios parciales de composición, composición de jazz y dirección en Graz, Austria, dedicó su trabajo al hurdy-gurdy. Comenzó como autodidacta y luego tomó clases con Barbara Grimm, Valentin Clastrier, Riccardo Delfino y Gilles Chabenat. Ganó el primer premio del “Concours des vielles et cornemuses” en St. Chartier, Francia en 1994. Da clases de hurdy-gurdy e improvisación desde 1994 y es co-autor de un método de hurdy-gurdy en colaboración con Riccardo Delfino. Su trabajo con diferentes tradiciones musicales lo llevó a Austria, Francia, el sudeste europeo, Uganda, Mozambique y Australia. Tocó en vivo y en grabaciones con deishovida, Sandy Lopicic Orkestar, Natasha Mirkovic, Tunji Beier, Linsey Polak, dididumdum, Wild Marmalade, The Big Five, Ross Daly, Coin & Ensemble Baroque de Limoges, Le Concert Spirituel, Les Eclaires de Musique, Les Musiciens de Saint Julien, Riccardo Delfino, entre otros. Escribió y trabajó en música para películas y obras de teatro junto a Ernst M. Binder, Hubert v. Goisern, Manuela Soeiro, Henning Mankell y Dimiter Gotscheff.
Esta entrevista fue realizada en un café en Berlín.
Transcripción: Lautaro Lovotti
Traducción al español: Nacho Castillo
Corrección: Paula Galindez
MATTHIAS LOIBNER — 26.08.18
JG — Tocás un instrumento muy particular... ¿Cómo llegaste al hurdy-gurdy ? ¿Cómo empezó todo?
ML — Hay una versión larga y una versión corta de la historia, no sé cuál...
JG — La que prefieras.
ML — La versión corta: vi uno y me gustó [Risas].
JG — Pero, ¿dónde lo viste? ¿En un negocio?
ML — Un amigo tenía uno y no sabía usarlo, entonces le pregunté si podía dármelo. Pero la versión larga es que cuando tenía quince años fui a un festival a tan solo dos horas de donde vivía en el que tocaban música tradicional de los Balcanes. Invitaban músicos búlgaros, serbios, húngaros… Al poco tiempo comencé a estudiar música, composición y dirección, y los músicos académicos se creían mejores que los músicos populares, no hablaban muy bien de la música folklórica. Si tocabas un poco sucio o de manera no muy precisa, era folklórico. Y yo no creía lo mismo. Porque al mismo tiempo veía personas en la música clásica, especialmente en el mundo de la música contemporánea, que no me decían mucho, no me llegaban. Ellos piensan que la música sucede en el cerebro y no tanto en el cuerpo o en la transmisión del músico al público. Personas que no sonríen cuando tocan, que tocan sonidos increíbles con una sincronización técnica perfecta. Eso a mi no me llegaba. Entonces empecé a pensar que tenía que abandonar esos estudios e intentar convertirme en un músico folklórico. Así que así lo hice. Comencé a estudiar la música de Austria porque pienso que es una buena idea empezar con la música de tu lugar, y lentamente comenzar a expandirse. Comencé a estudiar la música folklórica de Austria, a escuchar la música folklórica de Hungría, música de Yugoslavia. Y en este proceso apareció este amigo que tenía un hurdy-gurdy y también gente que decía que el hurdy-gurdy no era un instrumento real. Hubo muchos progresos en los últimos 30 o 40 años, pero en esa época, cuando comencé hace casi 30 años, no había ni buenos intérpretes ni buenos instrumentos. La gente decía que no era un buen instrumento porque solo se puede tocar en una tonalidad, que no tenía dinámicas, que los sonidos eran chirriantes y feos. Me sentía desafiado, porque no me gusta que la gente hable de las cosas sin conocerlas, como cuando los académicos hablan de la música folklórica. Después de eso comencé a tocar el hurdy-gurdy y a estudiar la música de los Balcanes. También intenté tocar jazz e hice todos los ejercicios de digitacion. Como ya tenía entrenamiento como pianista era rápido para descubrir cosas. Todo esto me hizo quedarme con el hurdy-gurdy. Ahora, cuando miro hacia atrás, pienso que, aunque es un instrumento fascinante, también hubo algún tipo de sentimiento de empatía. Me veía a mi mismo como alguien que podía ser un poco feo por fuera, no muy interesante y un poco tímido, pero sabía que si la gente me pudiera ver más de cerca o con más cariño yo podría darles más cariño también. Si ellos pusiesen algo dentro mío, yo podría ser más creativo y sacar algo para afuera, y creo que eso es lo que quería hacer con el hurdy-gurdy. Nos ayudamos el uno al otro [risas]. El instrumento me ayuda a ser una persona más interesante y a mostrar más de lo que hay dentro mío, y yo también ayudo al hurdy-gurdy a ser más instrumental, a tener más posibilidades.
JG — Es muy hermoso. Me interesan muchas de las cosas que dijiste. Voy a empezar por la interpretación: hablás de la música folklórica y también de la música contemporánea, y creo que hay diferentes maneras de tocar una misma música, más allá del género. En esta serie de entrevistas fui encontrando algo interesante y común en relación a muchos de los músicos que suelo elegir porque aparece la interpretación y la forma de escucha. Llegar a ciertas músicas por cómo se tocan, sea Jimi Hendrix, el punk, el free jazz, la música experimental, la música balcánica… son distintos géneros pero en todos los casos hay algo crudo, algo más instintivo, una parte más corroída. Se deja de lado la perfección. Pienso que esta manera de hacer música es muy importante y que el género no importa. Se trata más acerca de cómo se toca la música. Cuando escucho tu música puedo escuchar también todo lo que acabás de decir, todo eso está condensado ahí. El otro día estaba hablando con un gran amigo de Argentina y él me decía que si en la historia de la música occidental el instrumento principal no hubiese sido el piano sino un instrumento de cuerda, como el violín, hoy en día sería todo muy distinto. Pienso en tu pasaje desde el piano al hurdy-gurdy y las posibilidades que ese instrumento le dió a tu imaginación musical, como si tuvieras una extraña orquesta completa. Es muy hermoso que se hayan podido encontrar.
ML — Pienso que en la música, la educación está por lo general un poco reducida a las notas, y mucho de lo que la gente entiende por música es el orden en el que se tocan las notas. Pero hay muchos otros parámetros que son importantes y pienso que uno de los más importantes es el sonido. Pienso que siempre compartimos algo en la música, transmitimos algo. Yo digo que hay una historia, pero “historia” es una palabra muy grande. Podría ser también un sentimiento sobre la vida, un estado de ánimo, o quizás una actitud hacia la vida, una manera de vivir con la que me sienta bien. En la vida hay momentos hermosos, como estar relajado, o ser amado. También está la forma que tengo de hacer las cosas, si soy un luchador o una persona tranquila. Y la gente escucha música que está relacionada a su estilo de vida, o a su forma de vida, a la manera en la que ve la vida. Entonces creo que esta es la primera cosa que nos hace hacer música: el sentimiento o las historias que queremos traducir en sonido. El primer paso es querer compartir algo y el segundo paso es encontrar el sonido que coincida con lo que queremos compartir, lo que queremos contar. Pienso que reducirlo simplemente a las notas no es suficiente para lo que es la música. Cuando se escucha rock, hay guitarras distorsionadas y baterías. Pienso que el sonido de un redoblante no es necesariamente bello. Cuando escuchás únicamente el tac tac tac tac de un redoblante no es un sonido tan maravilloso. Pero en conjunto con otros sonidos, no solamente el bombo, sino también la armonía, quizás unos teclados, quizás alguien cantando… todo eso completa un cuadro para el que el redoblante es muy importante, dándole algo de contraste respecto a los otros sonidos, y también llevando el ritmo y haciendo que la vida avance. Es una parte importante para completar el cuadro. No podés agarrar una música como la de Jimi Hendrix, escribirla en notas, tocarla en un sintetizador y decir: “esto es Jimi Hendrix”. Pero en la música clásica hay compositores que… pienso que el mejor ejemplo es Johann Sebastian Bach. Podés reducirlo solo a las notas y la música todavía está ahí porque se trata de la armonía. Pero hay mucha más música que no se trata únicamente de las notas. Es distinto si lo tocás en una guitarra acústica o en una guitarra eléctrica, es un mensaje diferente.
JG — Hace muchos años tuve la suerte de conocer a unos virtuosos músicos taiwaneses que estaban de gira por Buenos Aires. Uno de ellos tocaba el erhu. Lo escuché tocar su música tradicional y me pareció maravilloso. Como también estaba entrenado para tocar música académica, me preguntó si podía componer algo especialmente para él. Esa misma noche compuse una pieza y nos encontramos a la mañana siguiente para trabajarla. Cuando comenzó a leerla, tenía una forma muy fría y perfecta de tocarla, sin la expresividad y, por sobre todas las cosas, sin todos los detalles que me habían fascinado el día anterior: los vibratos, los distintos timbres, las afinaciones, los glissandos, etc. El día anterior él me había mostrado sus partituras y no tenían indicaciones para estos elementos, tenían solamente las notas, entonces pensé que iba a interpretar mi obra de la misma manera. Comunicarse era muy difícil porque él no hablaba inglés y teníamos un traductor como intermediario. En un momento le pedí que toque los mismos adornos que hacía en su música. Él no entendía lo que yo le decía. Después de bastante confusión se dió una situación muy buena: finalmente pudimos entendernos cuando dejamos de lado las palabras y comenzamos a hacer sonidos cantando. Cuando él entendió a qué me refería, me explicó que lo que yo llamaba adornos para él eran los elementos más importantes de la música de su región: glissandos, vibratos, etc. En esa música las notas eran algo secundario, por eso ni siquiera tenían la necesidad de escribirlo. También me dijo que le resultaba muy extraño tocar música que no tuviese una relación directa con una danza tradicional o con algo de la naturaleza (como un animal, etc.). Es por eso que cuando leyó la música que yo había escrito de manera abstracta, fue muy difícil para él introducir esos elementos. Finalmente lo logramos y fue muy hermoso. Pero a partir de esta experiencia pude entender muchas cosas de la música, de obras que amaba desde hacía mucho tiempo, como los cuartetos de Bartók. Pienso que algo de todo esto se aplica a tu música. ¿Cómo aparecen estos elementos? Cuando componés, ¿escribís las notas y las usás como guía o intentás incorporar todo este mundo más complejo en la partitura?
ML — Siempre comienzo con las ganas de compartir. Sé que hay algo que me conmueve o que me habla y quiero compartir esa sensación. Como digo, no puedo pintar y no soy tan bueno escribiendo. Hace dos años comencé a escribir un poco. Pero tengo mi herramienta, el hurdy-gurdy. Es una herramienta extraña pero buena, porque al ser muy limitada puede enseñarte muchas cosas. Es un desafío… Puedo mirar hacia afuera y ver el sol y los árboles moviéndose, o el sol a través de las cortinas, eso me conmueve. Quizás no escriba una composición, pero en el momento es lindo ver eso. Hay algo que me habla e intento traducirlo a través del instrumento.
JG — ¿Improvisando a través del instrumento?
ML — Sí. Intento encontrar algo, una observación, que coincida con el sentimiento que tengo y que quiero compartir a través de mi instrumento. Quizás otra persona cuando escucha ve algo completamente diferente porque en su vida hubo otras imágenes, pero yo intento traducir mis observaciones.
JG — ¿Tenés algún tipo de ritual o método para la traducción de estos sentimientos? No sé, algo pequeño. Por ejemplo: yo camino mucho, cuando estoy trabajando en una idea salgo a caminar y para mí es como un pequeño ritual. ¿Tenés algún ritual?
ML — No, pero caminar es muy importante para mí porque te otorga silencio, de alguna manera estás más abierto. Para mí caminar es muy, muy, muy importante en mi vida en general, no tanto en conexión con la música, pero caminar es realmente algo… para mí es una imagen de la vida. Ir hacia adelante. Y especialmente me gusta caminar sin cargar nada. Es como ir por la vida sin pesadez. También me gusta caminar por bosques, con la experiencia 3D de los objetos moviéndose. Ver cómo los árboles se mueven y mirar en todas las direcciones. También amo la forma en que todo te impresiona como si fueras un niño. Abrís los ojos de una forma distinta, escuchás de una forma distinta. Caminando me acerco muy fácilmente a ese estado de sorprenderme incluso por cosas muy pequeñas.
JG — Estoy de acuerdo. Para mí, una de las cosas más hermosas en esta ciudad [Berlín] es el bosque. En el centro y afuera de la ciudad. Es muy inspirador.
ML — Sí. En toda Viena hay grandes áreas de verde en las que podés andar y andar y andar.
JG — Es muy importante...
ML — Otra cosa muy importante para mí es el amor por la música popular y el deseo por intentar aprender música popular de distintos países. El primer paso es por supuesto transcribirla, escribir las notas, pero después te das cuenta de que las personas que tocan esa música no aprenden desde las notas, aprenden de oído. De hecho, pienso que no solamente aprenden de oído, sino que también aprenden primero desde la emoción. Entonces el primer impacto al tocar una melodía es la misma emoción de cuando sos un niño y escuchás a otras personas haciendo música. Antes de empezar a estudiar un instrumento, ya tenés una conexión entre el paisaje, las personas y la música. Esto arma todo el cuadro y genera algo en uno. Entonces, cuando comenzás a aprender a tocar la música, ya sabés en qué dirección emocional dirigirte, lo que le da a la música un sentido desde el comienzo. Pienso que hubo muchas mejoras en cuanto a la educación, pero a veces en la educación musical se les enseña a los chicos a mover sus dedos de la manera correcta y cuando se descubre que tienen talento para mover los dedos, se les enseña cómo incluir las emociones. Los maestros dicen: “bueno, podés ir un poco más lento acá, o podés…”. Pero podrían empezar desde la emoción, y decir: “solo tocá algunas notas y escuchá la emoción y lo que te genera, y después aprendé a mover los dedos”. Hacemos lo contrario, lo cual es un poco extraño. Lo que descubrí gracias a los estilos populares de alrededor del mundo es que se utilizan muchos detalles muy sutiles, o pequeños cambios en parámetros de la música, que usualmente tienen un significado. Cuando tocás un poco más lento en cierta parte, hay una razón, genera un determinado sentimiento, genera un momento un poco más profundo. Quizás es simplemente la afinación, o un microritmo, o una ornamentación. Hay tantos detalles que no se incluyen simplemente por una cuestión detallista sino porque hay un significado detrás. Cada vez que tocás cierta melodía, o tocás cierto adorno, y hacés cierto ritardando acá y cierto cambio de nota allá, lo hacés porque genera determinadas sensaciones y eso es lo que transmitís, lo que querés compartir. Y gracias a que aprendí a tocar esta música a través de distintos estilos fue que aprendí a lidiar con esos elementos. Pero lo que quiero hacer es incorporar esos elementos a mi música, entonces me pregunto: ¿Cómo ser un músico popular hoy? Porque no vengo de una familia de músicos. Había músicos en mi familia, pero no en mi casa. No tocábamos instrumentos. No tenía una vida en la que fuéramos de casamiento en casamiento tocando y tocando. Y hoy en día podés descubrir tantas partituras a través de YouTube. Podés escuchar de todo y muy rápidamente te excede, no es posible aprender todas las músicas del mundo. Entonces estoy cada vez más y más cerca de la conclusión de que para mí la música está bastante conectada con las personas, y que quiero tocar la música de las personas que conozco y aprecio. Porque si conozco a una persona y sé cómo está tocando, y cómo se siente, y conozco a su familia y a sus amigos… Descubrí que me encanta ver a personas que conozco en el escenario porque me conmueve más, porque me habla de una forma mucho más amplia. Así fue que cada vez más y más me incliné a no escuchar música de gente que no conozco. Porque pienso que, hace cien años, antes de que existiera la grabación, siempre que escuchabas música veías a la persona que la estaba tocando. Significa que podías ver si era un hombre grande o una mujer pequeña o si se movían muy rápido o si se movían muy lento, y tenías una impresión de la clase de persona a la que estabas escuchando. Cada persona toca de manera distinta y eso está conectado con la persona que uno es y con cómo percibe el mundo, lo que entra y lo que sale.
JG — Hablábamos de esto hace unos días con Nicolás [Rallis], y él me decía que la música que más lo influía, o que más lo conmovía, era la música que veía en vivo, cuando conocía a la persona. Como con Benjamim [Taubkin], o con muchos músicos que uno conoce cuando viaja, es una situación muy distinta. Creo que una gran pregunta hoy es cómo manejar toda esa información que está en internet.
ML — Y no perderse...
JG — Sí, no ahogarse. Hay mucha información...
ML — Sí, pero tampoco pienso que sea algo malo que la tengamos. Hay momentos en la vida en los que simplemente absorbés todo lo que se pueda y es muy inspirador tener la posibilidad de tomar un poco de esto, de aquello, de esto otro. En cinco segundos podés introducirte diez mil kilómetros en una cultura diferente y descubrir algo nuevo. Hay un período en la vida en que agarrás todo lo que ves, pero después hay un período en el que te preguntás: ¿Quién soy yo? ¿Qué tengo para dar? Y de repente te empezás a concentrar más y comenzás a decir: “Ok, esto no lo necesito más. No quiero ver todo. Me gustaría tener más de esto, que es realmente significativo para mí, porque quiero compartir algo significativo”. Eso es lo que intenté cuando comencé a reducir la cantidad de música que escucho, y la cantidad de personas que escucho. Y para mí es una forma virtual de crear mi propia tradición. Conozco muchos músicos, me encanta su música y escucho su música, y eso es lo que me influye porque está hecha por personas que conozco. Espero poder tocar de una manera más significativa porque usualmente toco piezas que yo compuse o que aprendí de gente que conozco. Sé que cuando toco esta melodía, no aprendo simplemente las notas sino que también conozco a la persona. Y cuando toco pienso en esta persona, pienso en su historia. Hay algo que tengo que compartir que es un poco más denso y con más contenido que simplemente la música.
JG — Hablando de eso, me acuerdo cuando te escuché por primera vez en en vivo, en Casa do Núcleo en San Pablo hace cuatro años. Ese concierto fue un punto de inflexión para mi. Fue muy importante. En ese momento yo estaba con una especie de crisis respecto a la composición, la música escrita y la música contemporánea. Tu concierto fue una especie de alquimia y fue muy conmovedor para mí. Recuerdo que estabas tocando la música de Lichtungen y que después del concierto te dije que tu música me había motivado mucho y que iba a componer algo para cuerdas. Había parado de componer y después de eso empecé a escribir de nuevo. Un tiempo después compuse mi primera obra multidisciplinaria [TODO] y tu música fue muy importante para mí. ¿Cuál es tu relación con el concepto de composición, con la idea de componer algo?
ML — Siempre se trata de algo que tengo en la cabeza que me está impresionando. Después intento encontrar en el instrumento algo que coincida con esas impresiones. Luego, si siento: “¡Oh! Hay algo que coincide”, trato de ir más allá y mirar en qué coincide ese sentimiento y cómo puedo convertirlo en algo más grande. Pienso mucho en la forma, entonces soy una especie de compositor, pero en realidad lo pienso más como una traducción.
JG — ¿Y cómo funciona cuando otras personas tocan tu música? Cuando otros interpretan música compuesta por vos. ¿Cómo funciona esa traducción? ¿Cómo lo manejás?
ML — Usualmente solo compongo para gente con la que toco y que ya conozco, porque sé que puedo hablar con ellos. Por lo general se trata del contenido, el contenido es lo más importante, pero de todas maneras se necesitan algunos puntos en el pentagrama. Pero si te doy los puntos y puedo decirte: “Tuve esta idea mientras veía el tren alejarse de la estación…”.
JG — Usás la palabra como un parámetro más.
ML — Esa persona empieza a tocar e intenta evocar esa sensación, y entonces yo puedo pensar: “Sí, pero además hace dos años tuve esta misma sensación cuando conocí a una chica y ella hizo tal cosa…”. Puedo sumar estas historias que quizás no parecen tan importantes. Pero si toco esa misma obra con otra persona y esta persona la toca un poco diferente, quizás puedo contarle una historia diferente porque la conozco y sé qué historias conoce. Es algo muy personal y pienso que cuando tocás con alguien y compartís música, con algunas personas ni siquiera hace falta hablar. No tenés ninguna nota y simplemente improvisás, o simplemente te pasás las notas y suena así porque te conocés el uno al otro y no necesitás hablar. Si me pidieras que transcriba la composición, tendría que escribir: “Vi un tren que se iba de la estación…”, porque eso es lo más importante para la composición, aunque de todas maneras encuentres la forma de hacerlo sonar.
JG — Me acuerdo de una pieza de György Ligeti, el compositor húngaro, que dice como indicación para el pianista: “Tocar como si fueras un organista borracho con un mono pequeño”. Esa imagen está incluída como texto en la partitura. En la improvisación, la idea de un error o un accidente es muy común y es uno de los materiales principales con los que se trabaja. ¿Cómo dialogás con la idea del accidente o del error cuando tocás con alguien que toca algo diferente a lo que esperas? ¿Cómo trabajás con la idea del accidente en el proceso de hacer música?
ML — Para mi siempre es una puerta que se abre, entonces me pone muy feliz cuando hay un error porque abre la puerta a nuevas posibilidades que en muchos casos están ocultas porque no hay errores. A veces estás encerrado en tu mundo y no podés salir y en cuanto cometés un error aparece una posibilidad para abrirse a algo. Entonces siempre estoy esperando el error.
JG — Pero no podemos cometer errores a propósito, ¿no?
ML — A veces enseño improvisación. Justo di un taller en Italia hace poco y hablamos mucho de esto. ¿Conocés ese estudio que hicieron para averiguar cómo reacciona el cerebro frente a un error? Midieron cosas en el cerebro de un pianista y creían que se producían los errores porque las cosas pasaban muy rápido y que simplemente cometías un error, pero descubrieron que antes de que pase el error real, pasa algo en el cerebro, primero el cerebro comete el error y después el dedo comete el error. Y creo, pero quizás es tan solo un deseo, que en el momento en el que sabés que tu cerebro está haciendo algo extraño, antes de tocar una nota equivocada, podés generar una actitud positiva hacia la nota que está por venir. Entonces tocás sabiendo que algo va a pasar y que quizás está bueno. Cuando hacés esas cosas, pensás: “Guau”. Y de ahí en adelante podés seguir y encontrar algo bello.
JG — Lo siento de la misma manera y me hace pensar en la forma en que funcionan los sueños. Cuando estamos durmiendo y pasa algo en la habitación, digamos que se cae esta guitarra al suelo, el sueño gira en torno a ese sonido y todo cobra un nuevo sentido porque hay un pensamiento muy veloz que lo recompone como mecanismo para que no despertemos. Estuve trabajando en una serie de obras a partir de los sueños, no desde una perspectiva psicológica, que es a lo que se los suele asociar hoy, sino como máquinas autómatas generadoras de texto, imágenes o sonidos. Tengo una colección sonora de sueños de artistas y amigos. Ahí empecé a encontrar algunos puntos de contacto muy interesantes entre las formas de hacer o de pensar de alguien y sus sueños. En tu último CD [Brot und Sterne] hay una pieza llamada “Sissi’s Dream”. ¿Tienen los sueños alguna influencia en tu proceso creativo?
ML — No de una manera tan directa como la que vos decís. A veces sueño con música, y algunas veces intenté mantenerme lo suficientemente despierto como para acordármela. Por lo general era música que era muy hermosa pero cuando me despertaba ya se había ido, o era muy difícil de recordar. Me despertaba y decía: “Había una música, ¿cómo era?”. Por lo general me acordaba algunas cosas pequeñas, y descubría que era una música bastante cursi, pero durante el sueño era maravillosa.
JG — ¿Te acordás ahora de algún sueño que haya sido significativo por alguna razón? No necesariamente musical.
ML — Sí, bastantes, porque hice una especie de terapia con una señora mayor que me ayudaba a soñar y a veces estar despierto. Un sueño lúcido, no sé cómo llamarlo… Traté de aprender esto, de entrar en una especie de meditación, de entrar en un estado de sueño y ver las imágenes apareciendo, o los sonidos apareciendo, y al mismo tiempo estar despierto para poder hacer preguntas. Por ejemplo, una imagen, muy obvia y muy simple: yo estaba caminando a través de un sendero y había una pared muy grande que no podía atravesar. Pero podía preguntarle: “¿De qué estás hecha, pared?”. Y me respondió: “Estoy hecha de dolor”. Y yo le decía: “Pero no necesito más este dolor”. Y la pared se derrumbaba y yo podía seguir caminando. Tenía sueños como este que realmente cambiaron mi vida de una forma muy profunda. Un día soñé que todo en mi vida estaba cubierto de chocolate, y eso era un sinónimo de que intentaba hacer que todo sea fácil y dulce pero en realidad yo quería tener una vida más auténtica. Porque podés ponerle azúcar a todo y hacerlo un poco más sencillo. Comía chocolate muy seguido, y por lo general cuando iba al supermercado compraba esto y aquello y finalmente iba hacia los chocolates y llevaba algunos. Desde ese momento ya no compro más chocolates, pero no porque yo me haya dicho a mi mismo: “No compres chocolate”. Simplemente me olvidaba o no me daba cuenta cuando les pasaba por al lado. Desde el día que tuve ese sueño, nunca más compré chocolate en el supermercado. Hay muchas otras cosas además, cosas más profundas como sentimientos de vergüenza o cosas así, que en el momento en que entendés por qué entran a tus sueños… Pienso en todas esas emociones, tus historias diarias, lo que te conmueve. Una vez, cuando era chico, mi papá estaba enojado conmigo y me dijo: “¡No sos lo suficientemente bueno para esto!”. Y después, en un sueño, voy a una tienda y quiero hacer algo y el dueño me dice: “No tenés permiso para tocarlo”. Entonces se mezclan las cosas, son dos procesos emocionales similares en la memoria y en los sueños se combinan. De esa manera puedo interpretar mis sueños. No puedo interpretar los sueños de otros porque esta es mi historia, pero mis sueños sí puedo entenderlos y decir: “Ok, el dueño de este local evocó la historia de cuando era chico” y así trabajar en eso, mejorarlo.
JG — Es increíble. El otro día estaba leyendo sobre una tribu del Amazonas, los Achuares, que todos los días a las 2 o 3 de la mañana se juntan en comunidad, arman un círculo y planifican el día siguiente teniendo en cuenta lo que soñaron la noche anterior. Dicen que el significado del sueño es lo opuesto de lo que tienen que hacer en el día. Si sueñan que están persiguiendo un tigre, tienen que ir a pescar. Si sueñan que están pescando, tienen que ir a cazar. Dicen que en los sueños hablan con las plantas y los animales porque en el fondo son humanos pero usan una especie de disfraz cuando los otros humanos están cerca. Cuando sueñan los pueden ver con su forma humana. Es una forma muy interesante de ver el mundo. Dos preguntas más, si te parece...
ML — Sí, es lindo conversar.
JG — Siempre me sentí muy atraído por las colecciones. Sé que estás trabajando en un catálogo de composiciones para hurdy-gurdy hechas a partir de 1900. ¿Podrías contarme un poco más sobre ese proyecto?
ML — Sí, no es un proyecto muy exitoso [risas]. Lo estoy intentando, pero en el mundo del hurdy-gurdy tenés intérpretes de distintos tipos de música, y sus visiones sobre lo que es una composición son muy diferentes. No quiero juzgar el abordaje de otras personas a la música, no quiero decir: “Eso no es una composición, esto sí es una composición”. Se podría decir que se trata de una composición cuando podés pensar en una melodía, pero para mí la composición es algo diferente, entonces la comunicación con algunos intérpretes me resulta muy dificultosa. Yo pienso en composiciones como las del mundo de la música académica o de la música contemporánea. La composición tiene una forma específica, o un sonido específico, o algo que es realmente específico. Si escribís una melodía que se puede repetir tres veces o siete veces, para mí no es una composición. Es una melodía. De alguna manera es una composición, y puede decir algo, pero podés tocar la misma melodía en un instrumento distinto. Para mi, es como que tiene que tener algo particular, algún tipo de limitación que lo convierte en una composición. Quisiera saber mucho más acerca de las composiciones que voy recopilando, pero como el hurdy-gurdy es un instrumento tan raro, y no hay tanto trabajo hecho en la música moderna para hurdy-gurdy, por el momento solo intento lograr esta lista que diga cuantas composiciones se hicieron. También por cuestiones prácticas, para que un compositor que quiera componer para hurdy-gurdy y pedir una beca al gobierno o a quien sea que no conozca el instrumento pueda decir: “Ya existen 200 obras de estos compositores de esta época”. Es más bien información útil.
JG — Es genial para la historia del instrumento, son cosas necesarias…
ML — Pero bueno, justamente por esta diferencia de perspectivas respecto a la composición, no pude acercarme a todos los intérpretes y algunos quedaron afuera. Todavía hay huecos en la colección.
JG — ¿Tuviste la experiencia de que alguna obra que compusiste para hurdy-gurdy solo fuera interpretada por otro intérprete de hurdy-gurdy?
ML — Sí.
JG — ¿Y cómo te sentiste escuchando tu propia composición interpretada por otro músico? Porque hay una relación muy íntima entre tu forma de tocar y tu forma de componer. Pienso que están muy entremezcladas. ¿Cómo funciona cuando otro intérprete toca tu música?
ML — Si es un buen músico es simplemente fantástico [risas]. Tuve un caso con una obra que quizás no fue popular pero que varios intérpretes de hurdy-gurdy que tenían una técnica rápida o desarrollada tocaban. La canción era “Katzensilber” y me siento muy honrado. Hay unas pocas personas que la tocaron muy lindo, o de formas muy distintas a mi, y aprendí algo de ellos. Pude descubrir aspectos distintos y es lindo haber compartido algo y que se toque seguido. Pero también tuve experiencias no tan buenas.
JG — ¿Tenés alguna idea para una obra que sería imposible? ¿Un proyecto que haya quedado sin terminar porque es muy grande, por razones económicas, de tiempo o por otras razones de fuerza mayor?
ML — Sí, tengo [risas]. Quisiera hacer una película de stop motion que incorpore la luz natural en el proceso y hacer una composición en la que cada sonido esté presentado por objetos. Pero tendría que sacar doce fotos por día por un año en el mismo momento del día. Entonces tendría que estar en el mismo lugar por un año y tener un estilo de vida muy regular, pero no me es posible porque mi vida no es lo suficientemente regular.
JG — Es una idea muy linda, quizás podés hacerla de otra manera...
ML — ¡Sí! Quizás con otras personas.
JG — O no sé… poniendo la cámara en un lugar y que las fotos se saquen automáticamente.
ML — Sí, pero alguien tendría que mover los objetos.
JG — Es una idea más difícil de lo que parece. Querés luz natural, ¿no?
ML — Sí, porque es lindo tener un poco de luz natural, y en el verano de acá la luz va del fondo hacia el frente, entonces me da la sensación de que la luz natural en stop motion ya de por sí es un problema. Quisiera simplemente hacer un video de música en el que cada sonido, y la duración de cada sonido… Haría una lista muy larga de qué sonido aparece en cada cuadro y qué frecuencia es y cómo cambia, y después encontraría la representación.
JG — El video sería como una especie de partitura...
ML — Sí, y después tendría que hacerlo coincidir con el video porque si la luz cambia, tendría que ajustar un poco el sonido en la composición de manera tal que la imagen coincida con el sonido, con la música.
JG — El año pasado comencé un proyecto con algunos puntos en común. Filmaba la luz del sol proyectada en agua que a la vez vibraba por el sonido. A partir de esos reflejos intenté hacer una partitura para un ensamble. Los reflejos estaban sobre un pentagrama y cada uno tenía en un celular el video con su partitura. Intentamos hacer algo con eso pero más adelante la obra se transformó en otra cosa.
ML — Además, hay otro proyecto que me gustaría que exista y quisiera poder compartirlo cuando sea el momento. No necesariamente quiero hacerlo. Me gustaría que alguien más lo empiece porque lo quiero escuchar. Me conmueve mucho la sensación de estar en un lugar muy silencioso y escuchar un instrumento como la trompeta sonando muy lejos, de manera tal que lo escuchás muy suavemente. Hay una sensación de deseo, de alguna manera querés estar más cerca, pero en cuanto te acercás ya no es tan conmovedor. Quisiera tener al público en el centro y en las cuatro direcciones, y no sé a cuántos metros, a doscientos metros, tener cuatro o dos trompetas, dos trombones, los instrumentos que sea, tocando. Normalmente no podrían tocar juntos porque estarían súper lejos y el tempo no sería bueno, pero estarían conectados por radio o incluso con cables. Entonces podrían tocar precisamente juntos y uno como oyente estaría en el medio y tendría esa sensación de deseo en todas las direcciones. Pienso que quizás lograrías una sensación de liviandad porque querrías ir en cada dirección. También pienso que sería una muy linda metáfora de estar en el lugar correcto en el momento correcto, porque solamente en el medio podrías escuchar la música sonando completa. Solo hay un punto en el mundo en el que se podría escuchar de manera óptima a esas personas tocando juntas. Pienso que sería muy lindo pero se necesitaría un lugar muy silencioso, en el que no llueva muy seguido, para que se pueda hacer al aire libre. Un lindo festival o algo así. Había un festival en Suiza que quería hacerlo, pero el día en el que lo planificamos llovió y entonces no pudimos hacerlo.
JG — Es una idea muy linda y no es tan difícil de hacerla.
ML — No es tan difícil. No lo sé, me hablaron de los sistemas de radio, pero aparecen los problemas los y límites… Necesitaría que puedan tocar al mismo tiempo pero debería ser algo delicado, que puedan escuchar a los demás músicos en tiempo real. El fraseo, la afinación, las articulaciones… Con monitores o incluso con auriculares. Todos necesitarían un micrófono para enviar su audio y poder tocar la frase verdaderamente juntos. Pero se necesita un buen sistema de radio. La última vez había un técnico que dijo que era posible pero solamente pudimos probar a ochenta metros de distancia. Estaba lloviendo y un músico se había subido a un barco en el río porque no había suficiente lugar. Teníamos esos ochenta metros pero antes de empezar a armarlo dijimos: “Está lloviendo demasiado”. Pero pienso que sería incluso más lindo con ciento cincuenta metros o algo así. Realmente suave.
JG — ¿Y vos hiciste la música?
ML — Pienso que la música no es importante, podrías tocar cualquier cosa. Sería muy bello tocar corales de Bach, o música folklórica, música popular.
JG — Lo importante es que los cuatro músicos toquen juntos…
ML — Sí, y quizás que sean cuatro músicos que también toquen juntos seguido en otras circunstancias, como para realmente conocerse y tocar juntos de una manera hermosa. Imaginatelos a cien metros de distancia entre sí y tocando juntos realmente bien… sería como una gran expansión.
BIO
Matthias Loibner nació en Austria en 1969. Comenzó a hacer música con el piano, la guitarra y el trombón. Después de estudios parciales de composición, composición de jazz y dirección en Graz, Austria, dedicó su trabajo al hurdy-gurdy. Comenzó como autodidacta y luego tomó clases con Barbara Grimm, Valentin Clastrier, Riccardo Delfino y Gilles Chabenat. Ganó el primer premio del “Concours des vielles et cornemuses” en St. Chartier, Francia en 1994. Da clases de hurdy-gurdy e improvisación desde 1994 y es co-autor de un método de hurdy-gurdy en colaboración con Riccardo Delfino. Su trabajo con diferentes tradiciones musicales lo llevó a Austria, Francia, el sudeste europeo, Uganda, Mozambique y Australia. Tocó en vivo y en grabaciones con deishovida, Sandy Lopicic Orkestar, Natasha Mirkovic, Tunji Beier, Linsey Polak, dididumdum, Wild Marmalade, The Big Five, Ross Daly, Coin & Ensemble Baroque de Limoges, Le Concert Spirituel, Les Eclaires de Musique, Les Musiciens de Saint Julien, Riccardo Delfino, entre otros. Escribió y trabajó en música para películas y obras de teatro junto a Ernst M. Binder, Hubert v. Goisern, Manuela Soeiro, Henning Mankell y Dimiter Gotscheff.
Esta entrevista fue realizada en un café en Berlín.
Transcripción: Lautaro Lovotti
Traducción al español: Nacho Castillo
Corrección: Paula Galindez